La red de volley -Capítulo 1- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 01/02/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 1

 

ENTRENAMIENTO Y…

 

 

Había sido un entrenamiento duro. Duro y algo más. A lo físico por ser jugadora, se le sumaba el ser la voz cantante; tener el plan de entrenamiento en la cabeza para no tener que echar miradas al folio-resumen y mostrar falsas dudas. Además ya habían empezado a aparecer las primeras voces disonantes entre algunas compañeras: frases con intención y actitud crítica. Y eso hacía que todo se viera más cuesta arriba, aun tratándose de una ilusión más que una realidad, pues la mayoría estaban con ella al cien por cien, como había oído en los labios de Almu.

 

La sirena mental al llegar el final del entrenamiento y el agua caliente le habían sentado fenomenal. Las risitas de Anselma y las burlas disimuladas de Goyi casi habían abandonado su mente. Casi porque, al verlas frente al espejo tras salir de la ducha, algo encendió esa mala sensación de nuevo. Aun así, y haciendo caso omiso al intento de emerger de ese pensamiento negativo, consiguió sentarse tranquila y con una sonrisa en la banqueta, y fue vistiéndose poco a poco, con parsimonia, como escuchando una música pausada, arrastrando su gestos con su ritmo.

 

Estaba a punto de despedirse de las jugadoras aún presentes cuando algo sonó en su mochila. El móvil. Y sabía bien por qué, aunque durante el entrenamiento hubiera conseguido olvidarlo. Un vistazo y sospecha confirmada: la reunión fijada con el patrocinador principal, que ella debía confirmar. ¿Apetecerle? Nada de nada. Ni le gustaban los temas de dinero; ni tampoco asumir aún más responsabilidad, como se pretendía; ni siquiera Tomás, le resultaba agradable. Le parecía altivo tras esa mueca de aire desenfadado bastante falsa y esa sonrisa de pícara colaboración. No algo no le transmitía. Veremos la que me tiene preparada… pensó.

 

Para su sorpresa, algo más parpadeaba en la pantalla de su teléfono. Un mensaje. A ver, a ver… ¡Sí, sorpresa, de verdad! Le había escrito Fran. Un muchacho tímido y algo inseguro. No especialmente atractivo ni guapo. El tipo de joven en que no te fijas si te lo cruzas por la calle. Pero… pero le caía bien, a pesar de saber que no se atrevía; que callaba más de lo que hablaba; que ella le gustaba y él no sacaba el arrojo mínimo para soltárselo. Además, su mirada. Esa mirada de soñador semidespierto. De cielo nublado que esconde un sol radiante. De dulzor extremo en un paseo por el parque. Sí, ése era Fran. Y éste su mensaje.

 

Entonces su cabeza se quedó como parada un instante. Desconexión mental transitoria. Elegir siempre es difícil, incluso cuando sabes qué no quieres si esto te puede ayudar. Lo semiodiado, la querencia de un encuentro, o el descanso tan deseado como necesitado: todo giraba elípticamente en su cabeza. Una cabeza que parecía haberse colapsado pero que muy lejos de esto, no paraba de argumentar a favor y en contra de todas las opciones, sin acabar de decidirse.

 

¿¡Qué queréis!? ¡¡Si estamos hablando de décimas de segundo!!

 

Entonces… ¿Qué haría?¿Cumplir con la reunión fijada aún sin confirmar? ¿O llamar a Fran y tomarse las cañas que le proponía esperando a ver si le hacían efecto y se animaba a “acercársele”?

 



 

 

 

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