La red de volley -Capítulo 11- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 11/04/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 11

 

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Capítulo 1.

Capítulo 5.

Capítulo 9

Capítulo 2.

Capítulo 6.

 

 

 

Capítulo  10

Capítulo 3. 

Capítulo 7.

 

Capítulo 4.

Capítulo 8.

 

 

CAPÍTULO 11

¿ALBEDRÍO?



- Es lo mejor para los dos. Créeme.

- Quizás sí –aún dudó Lucía al pronunciar débilmente ambos adverbios-

- Así me demuestras que nuestra relación también es importante para ti –aseveraba cada palabra con gestos-



Accedió a tomar la píldora anticonceptiva como le propuso Fran sin esperar a la cita con el ginecólogo; demorarlo más de tres meses era demasiado cuando te miran desde esos ojos tan azules. Sabía del paso de gigante que había dado y se encontraba confusa. Por un lado la relación fluía, se sentía protegida y parecía que él conociese de antemano su presente; por otro lado, la velocidad que tomaba la asustaba pues no conseguía tener el control de las decisiones. Déjate de niñerías”, se animó intentando convencerse, con escaso éxito.





Esa noche, para celebrar que consiguió persuadirla y abandonar el molesto látex, había quedado con una amiga especial. Aprovechando que debido al entrenamiento que Lucía tenía programado terminaría muy tarde y con toda probabilidad, muy cansada, dispondría del tiempo suficiente: película en la Filmoteca, cena en un establecimiento apartado de la ciudad y visita en coche al mirador; el plan habitual”, se sonrió. Si bien, antes debía zanjar el tema búlgaro. Tal vez la confianza que había depositado en Krasi estaba deteriorada y no supo verlo en su momento; ahora y a su pesar, conocía demasiado del negocio y de su intimidad. Se había convertido en un peligro potencial, en cierta medida, incontrolable por los cauces frecuentes. Y a grandes males…”





Recién terminaba la tercera hora diaria de pesas, aunque el ejercicio había resultado altamente insatisfactorio. No podía borrar de su cabeza a la entrenadora ni la situación a la cual se vería abocada si él no daba un paso adelante. Pero ahora únicamente quería su medicina, con urgencia. Fran se retrasaba y no sólo él necesitaba su dosis. El ambiente de expectación en el local por el retraso del proveedor se enrarecía por momentos y el resto le interrogaban con la mirada acuciando una solución. No se atrevería a llamarle por el móvil, como le llegaron a proponer, o podría incluso demorarse más por este mero hecho. Cobró en anticipo las provisiones y se marchó.



Permaneció en el punto de encuentro y regresó al gimnasio más de una hora tarde respecto a lo convenido. Con un efecto sonoro, todas las cabezas se giraron hacia el balcánico al aparecer por la puerta y desfilaron ansiosos hacia los vestuarios. Como siempre, se suministraba en inyectables, ampollas o grageas, según las necesidades y presupuestos. Sin embargo para él, esta vez Fran le había preparado un vial entero con esteroides nuevos,en agradecimiento a tu trabajo –le mencionó- Pero primero debes atender a la clientela”. La única condición, inexcusable para todos, era que para consumir debían alejarse no menos de quinientos metros del recinto.





Anselma, intentando disfrutar de su nuevo tiempo libre, se ha aficionado a ir al cine. Es la única manera de no estar pensando en el equipo mientras las demás entrenan. Mira la cartelera distraída hasta que una pareja llama su atención: agarrado de la mano de una atractiva morena cree reconocer al joven, ambos hablan con vehemencia y sin esconder la excitación del momento. Se acerca con disimulo para asegurarse. Sí, no hay duda -piensa, y se frota las manos viendo la oportunidad que se le presenta-, es el novio de Lucía, fiel a sus hábitos. Ya sé qué haré -y en su cara apareció una sonrisa amplia, torcida y malévola-.



Con la idea de tomar mejores instantáneas que las hechas desde el móvil dentro de la sala, volvió al apartamento a por su réflex. Recordaba con claridad el sitio exacto en el mirador donde Fran subía a sus ligues, pues ella también lo sufrió hace años, y podía apostar a que él no había cambiado sus costumbres; o al menos, así se la jugó. Les estuvo esperando casi dos horas hasta que aparecieron. Pero allí llegaban, seducida ella, impaciente él. Dentro del coche, con los cristales bajados por el calor, comenzaron a desnudarse mutuamente entre la evidente agitación. Desde su posición, agazapada entre unos árboles, obtuvo inmejorables planos de los dos; como una voyeur al uso, aunque disfrutaba mucho más pensando en la cara de Lucía.



Al llegar a casa le puso un mail esclarecedor, pero relamiéndose, no quiso adjuntar las fotos que acababa de tomar. La niñata se va a enterar. Yo no la conseguiré, pero ella tampoco será feliz”. Y estuvo riéndose, enloquecida, varios minutos.



Fran, que había desconectado el teléfono cuando dejó a Krasi con la mercancía, desconocía por completo el rumbo que tomaba su red y lo expuesto que se encontraba.





Queridos lectores, deben decidir:

A. Salvar a Krasimir y ayudar a Lucía a enfrentarse a Fran, ahora que le llegan estas pruebas.

B. Ceder a las mentiras y excusas de Fran, negando lo evidente.

 

 

 

 

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