La red de volley -Capítulo 12- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 18/04/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 12

 

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Capítulo 1.

Capítulo 5.

Capítulo 9

Capítulo 2.

Capítulo 6.

Capítulo  10

Capítulo 3. 

Capítulo 7.

Capítulo 11

Capítulo 4.

Capítulo 8.

 

CAPÍTULO 12

VERDADES



El día había empezado muy mal. Y parecía que iba a seguir así. Tal vez no sólo por un día.



Al abrir su correo electrónico Lucía no esperaba encontrar un email de Anselma. Por eso se dedicó primero a leer el enviado por Tomás justo la noche anterior. En él le comentaba a la entrenadora que, precisamente, el “caso Anselma” o “golpe en las costillas” estaba totalmente controlado. Nada había que temer. Con la firma de la mayor parte de la plantilla, su apoyo y el de los abogados que él frecuentaba, Lucía y el club podían respirar tranquilos. Es cierto que la joven soltó un suspiro. Y también lo es que miró algunos correos más antes de detenerse en el de Anselma. Dudó si borrarlo directamente, pero fue más fuerte la tentación. Quiso saber qué se escondía tras el título “sorpresa”.



Había sido un error. Abrirlo, leerlo, contestar. Todo fue uno. Y se estaba arrepintiendo de cada paso, especialmente, del último. Mucho. Si Anselma pretendía desestabilizarla, crearle dudas, abrir otro frente, se había equivocado y darle bola no era buena idea. Demasiado tarde -pensó Lucía-.



Minutos después la exjugadora se relamía leyendo una y otra vez la contestación a su misiva. Ahora sí -se leía en su frente-, ¿qué no te crees nada?, ¿que ya no sé qué inventar? Ahora vas ver. Sobre todo VER. La mejor bloqueadora del equipo se dispuso a enviar unas cuantas imágenes. Y lo hacía con exquisita venganza: primero algunas no tan evidentes; después otras en que sí se podía identificar a Fran, aunque no tanto lo que sucedía; después, a las claras, el acalorado joven y la morenaza desnuda. ¡Son una pasada estas cámaras de ahora! Y se estuvo riendo unos instantes. La sonrisa, sin embargo, le duró aún más: todo el día.





Goyi ya estaba haciendo “su trabajo” en los entrenamientos. Y Lucía hoy estaba especialmente distraída. En realidad, podríamos decir que no estaba. Le rondaba la cabeza la infidelidad apuntada por Anselma. Le asaltaban, también, algunas de las palabras de Krasi. Incluso su cara. No era un gesto de mentir; no se lo parecía. Y tampoco tenía muchas razones para hacerlo. Volvían las palabras de la amante de Goyi a sus pensamientos y, mientras tanto, ésta se dedicaba a cizañear a sus anchas. Tuvo que ser Almu quien le llamase la atención.

-¡¡Ey, Lucía, para esto ya!!

-¡Qué?

-¡Que mandes a la ducha a Goyi!

-Perdona, no estoy.

Entonces tuvo que sacar a Goyi de la cancha, llevarla a la grada y amenazarla. Tras el “Tú serás la siguientes si sigues faltándole a las compañeras y tratando de enfrentarlas, o que se me echen encima”, decidió expulsarla por hoy. Y, acto seguido, dar por finalizado el entrenamiento, con más de media hora de adelanto. Y no sólo por razones deportivas ni disciplinares. Necesitaba llegar a casa, encender el ordenador, mirar su correo y comprobar si había fotos o no.





Krasi había hecho un esfuerzo para el que realmente no estaba preparado. Consiguió pasar de la mierda de Fran y tirar de unos pocos porros. Podía ser el segundo día sin sus pastillitas. Había que intentarlo, no quería seguir dependiendo de ese psicópata. Y, cuando leyó en su “feizbuk” un mensaje de Lucía, se le alegró la cara, pero sólo le duró un instante. Lo que tardó en leer el porqué de la comunicación. Lo que el proceder de Fran no logró lo habían conseguido unas fotos, algo innegable. Por es o ahora Lucía habían buscado al búlgaro en internet y le había escrito. Quería verle y charlar con él cuanto antes. En realidad, era la única persona cercana a Fran que conocía. Algo que nunca le había importado, pero que sí le había extrañado. Tanto hermetismo era extraño, aunque siendo Fran tan tímido -pensaba, pero rápido asomó otra idea-. ¡De tímido nada, menudo granuja “el suave”!



El ligero mareo ya no le importaba tanto y, además, echar una mano a alguien como la joven entrenadora era una bella razón para seguir dejando su adicción a un lado. Contestó después de ir al gimnasio a cerrar algunos tratos. No era conveniente que a ciertos oídos llegasen quejas. Además era totalmente necesario dejar todo muy cerrado para sacar ese ratito que necesitaba para charlar con Lucía.





Estaba descompuesta. Él lo notó rápido. Ella había dado esquinazo a Fran durante las últimas 36 horas, y eso no resultaba nada fácil. Casi se le presenta en casa, menos mal que aquel día no se acordó de darle una copia de las llaves.

-Lo siento, atinó a decir Krasi.

-Más lo siento yo.

-Sí, claro. ¿Y de verdad quieres que te cuente lo que yo sé? ¿Todo?

-Sí, de verdad, y todo -respondió veloz Lucía mientras una lágrima nacía en su ojo izquierdo-.



Entonces comenzó un grotesco relato de cómo el búlgaro conoció a Fran. De cómo al principio le ofreció ayuda a cambio de “pequeños favores”. De cómo le fue liando más y más, hasta tenerle totalmente atrapado en una red de la que ya no podía escapar: lo había convertido en su esbirro, su camello, un “enganchao” y le había hecho perder mucho de su orgullo. Fran tenía pruebas para colocarlo tras las rejas sin ni siquiera mancharse las manos.



-¿Y “lo mío”? -le interrogó Lucía-.

-Lo tuyo es una historia repetida cien veces, pero rebasando límites que...

Le regaló todos los datos: cómo le había pinchado Fran el teléfono; cómo sabía mostrar una cara de languidez e inocencia; cómo llevaba siguiéndola desde un día que fueron a ver un partido de pretemporada; cómo iba planeando cada paso y sacando tajada de los problemas que le habían ido surgiendo a ella, cómo estando con ella no tenía problema en “verse con otras”...



Lloró mucho. Más seguiría llorando en casa. Pero lo primero era ir dando algunos pasos para salir de la telaraña. Apagó su móvil y pensaba hacerse de una línea nueva. Se creó una nueva cuenta de correo electrónico. Lanzó con rabia las píldoras anticonceptivas a la basura. Mañana cambiaría el bombín de la puerta. Y pronto, cuando se viera con suficientes fuerzas, se enfrentaría al tejedor, o no.





Qué deciden, a las puertas del último capítulo, queridos lectores:

A.¿Intentan huir de la red?

B.¿Se atreven a preparar una emboscada para Fran?

 


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