La red de volley -Capítulo 7- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 14/03/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 7

 

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Capítulo 1.

Capítulo 5.

 

Capítulo 2.

Capítulo 6.

 

Capítulo 3.

  

Capítulo 4.

 

  

 

CAPÍTULO 7

 

Como cabía esperar, no hubo sorpresas en forma de alguna alternativa a la propuesto. El uniforme tan cuidadosamente escogido y que tanto gustaba a la mayoría, estaba a punto de pasar a mejor vida. Ahora tendrían que jugar los partidos con el nuevo: más vistoso, él y ellas; más llamativo y, sobre todo, más ligero. Así que esta vez el entrenamiento comenzó sin reuniones ni sobresaltos.

 

Unas carreras, unos saltos y unos remates y recepciones después, todo comenzó a saltar. Lucía formaba con Almu, Anselma, Victoria, Belinda y Marina. En frente, otras seis jugadoras. Y, en medio, la red. Fue Goyi quien remató y Lucía quien trató de amoldar su cuerpo y sus puños para amortiguar el balón y dejárselo a placer a Victoria, a su derecha. Pero un Anselma apareció en escena. Se había lanzado desde una de las posiciones delanteras para no se sabía muy bien qué. Hasta que se supo. Lucía se llevó un golpe legendario a dos manos, con ambos puños cerrados, a la altura de las costillas. Nadie intentó siquiera levantarla. El dolor era intenso y los gritos dejaron a todas en silencio. Almu y Belinda se acercaron algo más que el resto, y ante sus esperadas preguntas (¿estás bien? ¿dónde te duele?), sólo encontraron el silencio de su entrenadora y su mano izquierda posada sobre su torso, bajo su pecho izquierdo.

 

 

Entonces, Almudena, se avalanzó sobre Anselma, se le subió a la espalda y comenzó a tirarle del pelo enloquecida. La coleta de la jugadora parecía que fuese a estirarse por momentos, pero ya estaban el resto de jugadoras tratando de separarlas. No fue fácil, e incluso hubo tiempo para una pequeña venganza cuando la gigante del equipo, desesperada por los tirones, se lanzó de espaldas sobre el suelo y Almu, su cuerpo sonó como un saco de grano. Por suerte, algunas jugadoras sujetaron la mano de Anselma antes de que comenzase a golpearle en la cara.

 

 

Al cabo de unos minutos y tras algunos insultos escupidos por los labios de la joven que había empezado todo, los ánimos parecían haberse calmado. Lucía estaba sentada en la fila cero de la grada. La mayor parte de las jugadoras la rodeaba, mientras ella afirmaba encontrarse bien. Cuando tuvo fuerzas para incorporarse se acercó hasta el vestuario. Anselma, su más que reconocida enemiga, estaba acabando de cambiarse. Almu y otras compañeras se quedaron en la puerta.

 

 

-Como bien supondrás, estás expulsada de la disciplina del club -le dijo Lucía aún sujetándose el lateral de su tronco.

 

-¿Ah, sí? ¿Lo has decidido solita o te lo ha pedido “nuestro Tomás”? -le contestó con todo el desprecio que supo.

-No hay más que hablar -cerró Lucía la conversación sin inmutarse ante las palabras de la que había sido su compañera.

-¡Hurra! -se escuchó más allá de la puerta, mientras algunas cabezas bajo el dintel se giraban a comprobar quién había sido y estallaban en risas.

-Bueno, siendo así, tendréis que indemnizarme... No voy a permitir que me eches así, tal cual. Soy buena jugadora, y encontraré equipo pronto... Pero al club lo exprimo, ¡vamos que si lo exprimo!

 

Tras estas amenazas Anselma salió precipitándose sobre las jovenes que escuchaban en la puerta, apartándolas con fuerza y soltando algunos insultos de los habituales en su boca, para acabar con tan redonda escena de rabia.

 

-¿Ahora qué haremos? Le preguntó Marina a su entrenadora, con el asentimiento del resto.

-Nada, seguir trabajando, con más ahínco y tratar de suplir esta baja.

-¿No la sustituiremos? ¡Era un pieza clave! -añadió otra preocupada.

-No están las finanzas para... No están para nada, en realidad. Y entonces Lucía comenzó a desnudarse con la idea de ir a la ducha y refugiarse en el agua caliente durante unos minutos.

-Pero, ¿tú estás bien? ¿Podrás jugar? -le interrumpió Almu.

-Eso lo sabremos mañana. Tendré que ir al traumatólogo. Me duele mucho y las costillas son... son blanditas.

 

Esa noche dejaron la moto de Lucía en los aparcamientos del pabellón. Almudena la llevó hasta su piso y le ayudó a subir hasta él. Instantes después, Fran “sonaba” en su teléfono. Quería cenar con ella. Lucía declinó tan suculenta oferta y le contó lo ocurrido.

 

-Pues espero que te recuperes pronto. Tengo una idea -y comenzó a exponerla tanteando un poco el terreno. ¿Tu amiga Almu está sin pareja, verdad?

-Así, es, Fran, ya lo sabes -no se encontraba con ánimos.

-Entonces... podríamos cenar juntos en cuanto estés mejor... ella, tú, yo y un amigo que lleva poco tiempo en la ciudad y... bueno, y eso. ¿Qué te parece?

-Me parece que ahora sólo quiero dormir. Perdona, pero... estoy en otra cosa. Mañana después de visitar al médico te digo algo.

-Vale, y perdona -dijo en tono conciliador, disculpándose. Es que se me había ocurrido la idea y...

-Tranqui, Fran. Gracias. Y un besote.

-Un beso enorme, preciosa. Mañana me cuentas.

-Sí, mañana. Muak.

-Muak.

 



 

Y ahora...

A) ¿Preparamos esta cena a cuatro?

B) ¿Seguimos los derroteros de las amenazas de Anselma?

 

Ustedes deciden.


 

 

 

 

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