La red de volley -Capítulo 8- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 21/03/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 8

 

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Capítulo 2.

Capítulo 6.

 

Capítulo 3.  

Capítulo 7.

 

Capítulo 4.

 

  

 

 

CAPÍTULO 8

 

 

 

VELADA.

 

Con británica puntualidad Almu pasó a recogerla, desoyendo las esperadas quejas de la entrenadora; firme en el propósito de llevarla al médico para conocer el diagnóstico, guiaron el coche hasta el Centro de Salud. Durante el trayecto charlaron de manera animada, sin referirse al escabroso asunto.

 

- ¿Cómo llevas las unidades? –su amiga preparaba el material para unas inciertas oposiciones de magisterio-.

-Mal.Ni soy capaz de concretar la memoria con todas las prácticas que ya tengo hechas, ni me apetece empezar de nuevo.

- No te agobies, seguro que vas mejor de lo que tú esperas.

-Bah. Lo peor es la incertidumbre de no saber la fecha. Dedicar exclusivamente tu futuro a una prueba, evaluada por un tribunal que no te conoce y que calibra tu vocación en diez minutos… Serán compañeros, pero en ese momento, son el enemigo.

-Muerte y destrucción –respondió Lucía deprisa en una retahíla común-.

-Sí. Muerte y destrucción –replicó cómplice, mucho más relajada, con una sonrisa preciosa-.

Tras una pausa breve, continuaron conversando.

-Fran me llamó anoche y me preguntó si tenías pareja.

-¿Con qué intenciones? –se burló- ¡Ya no estoy para más tríos!

-Una cena con un amigo suyo –ignoró el comentario-.

-Un callo –afirmó adivinando-.

-Un donjuán –rió-. No lo sé, Almu, no lo conozco. Pero qué te cuesta; así sales de la reclusión. ¿Quién sabe?

-Muy americano; una cita a ciegas. Planazo –proclamó teatral-.

-¿Prefieres la tele?

-Vaaale –accedió con un punto de pícara suspicacia-.

 

El traumatólogo sólo confirmó la fuerte contusión después de las pruebas de radiología, descartando siquiera una pequeña fisura. Para remitir el dolor realizaron un vendaje compresivo, le inyectaron un antiinflamatorio, y con recomendación de reposo, las mandaron a casa. Desde allí, y ya sola, contactó con el chico de la mirada de agua para tratar una hora y un sitio; sin embargo él, ya había tomado la iniciativa e incluso había reservado una mesa. No dejó mucho margen para el acuerdo, y eso, la confundió; de la misma manera que la descolocó que no preguntara por sus dolencias.

Tres minutos pasados de las diez, Lucía y Almu hicieron acto de presencia; ellos esperaban sentados. Las presentaciones formales acabaron rápidamente y el local, completo como cabría esperar, no ayudaba a establecer un grado de intimidad apropiado. Para sorpresa de ambas, Krasimir era un armario empotrado búlgaro de dos metros de altura y más de trescientos litros de fuerza embutida en un cuerpo casi cilíndrico. Tan impactante como excitante, pensaron a la vez y corroboraron con una mirada traviesa entre ellas. Almu no dejaba de sonreír; el chico, atento a las dos, apenas tenía dificultad para seguir la cháchara, muy acostumbrado como estaba a ser el centro de atención. Fran en cambio, estuvo taciturno y poco participativo, despistado por momentos.

 

Terminada la cena, mientras caminaban hacia un bar a tomar una copa, Fran y Lucía se separaron un instante:

-Os ha cautivado el balcánico –alegó él, lacónico-.

-Tremendo –se le escapó-. Vamos, que es simpático –quiso arreglarlo, tarde-.

-Ya –espetó con un gesto enojado, y acelerando el paso hasta alcanzar a los otros dos-. Pareja, yo me marcho, que mañana debería madrugar –y girándose hacia ella-, Adiós.

 Sin cruzar más palabras, ante la incredulidad de todos, volvió sobre sus pasos y se perdió en la noche.



 

 

Y hasta aquí, amigos lectores, qué deciden:



A)Continúan de fiesta los tres, dejando enfriar el trance.

B) Lucía decide irse también a casa con mal sabor de boca y su primera bronca de pareja.

 

 

 

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