Schengen -Capítulo 7 - SEPARADOS - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 09/04/2013
Narrativa , Escritura , Schengen , Narrativa Hipertextual , Capítulo 7

 

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Capítulo 1: Presente               
 Capítulo 4: Respeto                                          
Capítulo 2: Anhelos y destinos      Capítulo 5: Principios y preámbulos           
Capítulo 3: Ímproba realidad
 Capítulo 6: Feu D'artifice

 

 

 

 

SEPARADOS.

 

Apenas pudo sestear en el trayecto de vuelta al cortijo. Rubén se había acercado a su amigo en un momento en el que la francesa se encaminó hacia los baños y le susurró que regresaba a trabajar. Pablo le miró de hito pero tampoco se lo impidió. Ni si quiera objetó o hizo ademán de acompañarle; él quería quedarse con Diana, y así haría.

El taxi atravesaba los caminos de la campiña hasta la finca quizás demasiado deprisa, o quizás fuera el regusto alcohólico de la noche, pero al poner pie en el suelo Rubén vertió parte de su interior al camino ante la mirada reprobatoria de Régine. Corrió hasta el camión y en un último esfuerzo accedió a él. “Al menos no perdería el jornal y se alejaría de la estirada Maîtresse toda la mañana”, se consoló el joven.

Antes, en su experiencia como albañil ya había trabajado de empalme, sin embargo aquello estaba siendo bastante distinto; el sol, la deshidratación y la resaca jugaban contra sus fuerzas, y tan solo la tregua del almuerzo a media mañana supuso un alivio. No pudo ingerir alimento alguno, cierto, pero pudo descansar un rato. La mirada curtida de uno de los capataces enseguida comprendió la situación del chico, y en esa camaradería que forjan los trabajos físicos de quien se ha visto en similar condición, mandó a Rubén hacia un camino de vides más corto y de umbría.

 

De retorno al campamento Rubén esperaba encontrar allí a su amigo, pero se confundió. Ni estaba ni había estado en su ausencia como le reconocieron varios de los jornaleros que se quedaron en tierra aquella mañana. Se duchó con agua helada y escasamente probó la cena. Vendió a los polacos el litro de vino que le correspondía, se marchó a la tienda con su saco de dormir, y una vez dentro, se enchufó a sus cascos. No habían dado las ocho de la tarde cuando yacía completamente dormido al calor de la loneta.

Despertó de madrugada sobresaltado, envuelto en un sudor acre, casi febril. Miró en derredor pero tampoco halló a Pablo.

-          Gilipollas… –manifestó en un murmullo apenas audible- Otro día sin cobrar.

Y se levantó, ya desvelado y de mal humor. Se encaminó hacia los pinos, orinó al fresco de la noche y regresó al refugio de sus auriculares. Aún quedaban algunas horas para el alba, pero con el nuevo día tampoco llegó. Rubén, ya recuperado, trabajó en plenitud de energía, con un nervio ahogado por la irritación que le producía la inconsciencia de su amigo, sí, aunque también molesto por sentirse abandonado en un plan que originalmente partió de Pablo y su intrépida forma de venderle humo.

-          Yo estoy dispuesto a trabajar de cualquier cosa –recordaba en palabras de Pablo-. ¡Ja!

 

A las primeras preguntas curiosas del resto de los temporeros cuestionando sobre el destino del prófugo, Rubén se limitó a encogerse de hombros, pues no podía ofrecer mucho más. Y ante desconocidos jamás admitirá que su amigo le ha dejado tirado; los problemas particulares no se airean así como así.

El caso es que han pasado cinco días y no ha dado señales de vida. Rubén oscila entre el cabreo y la extrañeza porque aunque Pablo es un insensato, le sorprende no saber nada de él. Por eso, con el teléfono en la mano marca los números y piensa qué actitud tomar cuando responda al otro lado.

-          El terminal al que llama está apagado o fuera de cobertura. Por favor, deje un mensaje al oír la señal. Gracias.

-          ¡¿¡Qué cojones haces!?! -Sonó aun más perplejo si cabe que hace unos minutos-. ¡Llámame!

Sin embargo, pasaron veinticuatro horas más y Pablo no le devolvió la llamada aunque Rubén se obstinaba en consultar el móvil a cada oportunidad, confiando que esa siguiente vez sí habría contactado. De hecho, se atrevió a telefonear también al número que les dio Diana, con la misma suerte. E insistió con ambos en varias ocasiones.

-          Jodido enamoradizo –aventuró con voz queda mientras reposaba al abrigo de los pinos, la cena y el esfuerzo acumulado en las vides-.

Tampoco quería preguntar en Doresta al padre porque sabía que la relación entre ellos no pasa por las mejores circunstancias. Si bien la desazón aumenta en proporción al tiempo sin novedades, resolvió no actuar de momento.

 

Queda menos de una semana de trabajo en la finca y el terrien François y los capataces han prescindido de más de la mitad de los jornaleros. El campamento no obstante ha ganado en vitalidad, sea por cubrir los huecos de los compañeros, sea porque la edad de los restantes también ha disminuido, ahora en la pernocta se pasa más tiempo en la cantina y la pitanza es mucho más generosa; el buen humor es generalizado.

La faena en el campo es mucho más específica, e incluso le están enseñando el oficio de cortador, a identificar la maduración de los racimos, a preparar cada cepa para la poda en verde de los sarmientos más jóvenes y descargar las ramas más viejas. Comparado con las primeras jornadas, ahora es una bendición.

Pese a esto, Rubén continúa taciturno. Pablo sigue sin dar noticias, los teléfonos permanecen desconectados y ha perdido la cuenta de los mensajes que le ha dejado. No es normal; ni si quiera en él.

 

El último día en la vendimia ha sido muy leve. Al mediodía ya están frente a la caseta de los capataces para recibir el pago de su trabajo, alineados, esperando cada cual su turno. Rubén entró casi de los primeros, mientras sonaba en la radio de la barraca un clásico francés de Noir Désir:

Je n'ai pas peur de la route

Faudrait voir, faut qu'on y goûte

Des méandres au creux des reins

Et tout ira bien là

Le vent nous portera

 

Recibió las felicitaciones de sus jefes, un sobre con la liquidación y los gastos de alojamiento descontados.

La caresse et la mitraille

Et cette plaie qui nous tiraille

Le palais des autres jours

D'hier et demain

Le vent les portera

 

Reclamó también el sobre de su amigo, sin éxito.

Pendant que la marée monte

Et que chacun refait ses comptes

J'emmène au creux de mon ombre

Des poussières de toi

Le vent les portera

Tout disparaîtra mais

Le vent nous portera

 

Sin embargo, le hicieron una proposición: tenían trabajo para él en la campaña, recolectando manzanas y peras en una finca en Valonia, Bélgica.

 

 

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Y ahora, qué deciden los lectores:

A.   Acepta el trabajo que le ofrecen.

B.    Inicia la búsqueda a ciegas de su amigo.

 

 

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