Schengen -Capítulo 6 - FEU D'ARTIFICE - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 02/04/2013
Narrativa , Escritura , Schengen , Narrativa Hipertextual , Capítulo 6

 

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Capítulo 1: Presente               
 Capítulo 4: Respeto                                            
Capítulo 2: Anhelos y destinos           
 Capítulo 5: Principios y preámbulos           
Capítulo 3: Ímproba realidad
 Capítulo 6:
 

 

 FEu d'artifice.

 

 

Pablo se irguió sobre su jergón buscando el rostro de Rubén. No podía dormir, el sol de la mañana le cegaba pese a la somnolencia que le provocaba el alcohol y además llevaba un buen rato dándole vueltas a una idea que se le había ocurrido y que tenía que contar cuanto antes. El ex albañil, que tras el efecto de las cervezas había caído completamente dormido, se incorporó asustado ante la proximidad de su amigo, quien se había acercado a su oreja susurrándole que se despertara. En un momento estuvo a punto de pegar al alterador de su sueño pero se contuvo y a regañadientes escuchó lo que Pablo, con su entusiasmo habitual tenía que contarle:

- Luego volvemos a Burdeos. Necesito urbanidad, quiero pasear por las calles como un patriota más y ver desde alguna terraza los fuegos artificiales. Además... tengo ganas de volver a ver a Diana.

 

 

Rubén apenas lo escuchó. Le dijo que sí, que lo que él quisiera y se giró en la cama para seguir durmiendo. Al cabo de dos horas Rubén se desveló y recordó lo que había pasado hace un rato, arrepintiéndose al instante de haber aceptado la proposición de su amigo porque eso conllevaba no sólo la pérdida del salario de esa tarde y probablemente también del día siguiente, sino también los gastos de desplazamiento hasta Burdeos. Intentó inventar alguna excusa para rechazar el plan pero en su interior sabía que a él también le apetecía salir de allí de nuevo y vivir la fiesta nacional a la francesa, y ya que estaban, con la francesa, con esa simpática chica de boca gala y ojos españoles.

 

Se pasaron el día evitando a Régine porque Pablo recordaba perfectamente la forma en la que se habían reído en su cara al volver de fiesta. En cuanto tuvieron ocasión se escabulleron y en esta ocasión sí, pidieron un taxi con destino a la ciudad.

 

Burdeos era un hervidero de gente. El día anterior se habían hecho una idea de lo que aquella festividad suponía pero en esos momentos toda la ciudad les pareció una celebración en sí misma. Estaba a punto de anochecer y ya la gente se apilaba en los balcones para ver la explosión de luces de colores en el fuego. Por todas partes de Francia se lanzaban cohetes ese día; Burdeos no podía suponer una excepción. Pablo nada más bajarse del automóvil sacó su móvil y llamó al número que Diana les había proporcionado ayer para contactar con ella. La joven les indicó que se dirigieran a un bar cerca de la Plaza del Parlamento. Los dos amigos estaban tan entusiasmados que se animaron a hablar en francés por el camino para preguntar por dónde se iba a la “Place du Parlament”, se permitieron incluso gastar alguna broma o terminar las conversaciones diciendo que Platini era un tramposo que solamente sabía envidiar el fútbol español. Los viandantes hacían amago de protestar e incluso alguno se puso violento pero los chicos se giraban con un digno “merci, au revoir” en el instante preciso.

 

Diana, vestida con una camiseta sin mangas y una falda larga les esperaba fumando a la puerta de un bar llamado “Les roses sauvages”. Les indicó que dentro estaba con unos cuantos amigos más pero que se aburría soberanamente y les pidió que le hicieran un favor antes de entrar de nuevo en el bar. Un juego, una interpretación. Los chicos debían hacerse pasar por pareja, mientras que ella sería la ex novia indignada de uno de ellos. Así, presa del dolor de haber sido sustituida por un hombre se iría afligida en casa. Los chicos se miraron sin comprender muy bien si Diana hablaba en serio, en broma o aquello era el recibimiento francés típico. Estaba claro que la muchacha había bebido pero al parecer decía hablar totalmente en serio y les amenazó diciéndoles que si no colaboraban esa noche tendrían que “faire la fête en solitude”. Si le seguían el juego ella se ofrecía a dejarles dormir en su casa e incluso a acercarles al día siguiente al campamento. Aquella mujer tenía esa mezcla de francesa dulce y de española persuasiva a la que resultaba difícil negarse. Así que Pablo, que se había nombrado a sí mismo como el novio que había descubierto a su amor homosexual, agarró fuertemente la mano de Rubén y entró en el bar.

 

Manu Chao hacía mover las caderas de los habitantes del garito:

Welcome to Tijuana

tequila, sexo y marihuana

welcome to Tijuana

con el coyote no hay aduana.

Bienvenida a Tijuana,

bienvenida mi amor

de noche a la mañana

bienvenido a Tijuana...

bienvenida mi suerte

a mi me gusta el verte

bienvenida a Tijuana

 

 

Diana entró después y les lanzó una fingida mirada de asombro. Se dirigió a sus amigos y comenzó a hablarles haciendo muchos aspavientos. Pablo, mientras, acariciaba la cara de un incómodo Rubén que en voz baja le dijo:

- Tío, no te pases ¿eh? No te acerques tanto a los lóbulos, que soy muy sensible.

 

Pablo retrocedió unos centímetros con los ojos muy abiertos:

- No me jodas ¿te está gustando?

- ¡No! ¡Qué dices! Es que me molesta que me toquen las orejas, me pone nervioso. ¡Eh! ¿Qué insinúas?

 

 

Diana les lanzó una mirada rápida desde su posición para que volvieran a acercarse y continuaran la actuación. Cuando ya llevaban un rato de risas fingidas y coqueteos que parecían escritos por los guionistas exagerados de una película de cine B, Diana se les acercó y sin mediar palabra abofeteó a Pablo, luego a Rubén, y salió del local. Los amigos de la chica se quedaron atónitos, pero acostumbrados ya a su imprevista forma de actuar no hicieron nada y continuaron bebiendo y charlando. Rubén y Pablo más atónitos aún, sobre todo éste último, tardaron un tiempo en reaccionar, cuando lo hicieron salieron del bar y se encontraron a Diana en el mismo sitio donde la habían encontrado un rato antes, desternillándose de risa. Al principio los chicos la miraron cabreados pero a Pablo enseguida le contagió la risa de la chica y no pudo evitar suavizarse. Rubén los miró y tomó una postura indiferente, aunque continuó un rato del camino hasta otro bar con el ceño fruncido hasta que Diana se acercó para darle un beso en la mejilla.

 

Aún tenían ganas de fiesta así que la chica les condujo hasta un local a las afueras de la ciudad. Pablo y Diana comenzaron a bailar en medio de la pista, casi desierta; Rubén se quedó cerca de la barra, se sentía incómodo con aquella situación de complicidad. Tras las ventanas de aquella especie de “boîte” apartada, la luz de un inminente amanecer comenzó a filtrarse y su amigo no parecía tener intención de volver al campamento.

 

 

 

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Resuelvan, queridos lectores, de qué manera prosigue la historia:

A. Rubén decide dejar a su amigo en el bar y volver él solo al trabajo.

B. Los tres chicos pasan el día con Diana en su afán por explorar Burdeos.

 

 

 

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