LA LEYENDA DE LOS SIETE GLADIADORES Y MEDIO. - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 03/07/2012
Escritura , Partido , Victoria , Crónica , Miajadas

 

 

                Comenzaba el día caluroso y lleno de expectativas. Aunque, de manera rauda se sumaban los primeros problemas a los ya resabidos. Zori había sufrido ciertas tropelías nocturnas, fruto de algún embrujamiento y no partiría con la tripulación. Con ello, las bajas de Boti, Paco y esta última, dejaban nuestras huestes muy mermadas.

                La jefa de gladiadores, sí nos acompañaba ya de principio y nos embarcamos con ganas con el rumbo fijo hacia la victoria, y la mirada apuntando a Miajadas.

 

                Tras el paseo en carro por tierras extremeñas, llegamos al destino e hicimos una vuelta de reconocimiento previa, hasta dar con un lugar en que disfrutar de una muy grata comida. Entre comentarios, historietas, risas y anecdotario de equipo e individual, los seis jugadores presentes y la presidenta fueron acabando con las exquisitas viandas. También se reservó un momento para la preparación táctica del partido, dejando claras las armas que utilizaríamos ante los guerreros locales.

                La sorpresa vino en nombre de licor. Ante la insistencia, que no fue tanta, de nuestra camarera, aceptamos el reto de tomarnos un chupito poco más de hora y media antes del evento. Los “tiros” no fueron tales, sino vastas copas aderezadas con hielo cargadas de distintos licores, a elección. ¿Nos pasaría factura? ¿Nos debilitaría de cara a la batalla final? Esperen, esperen.

Con un "¡A ver si les ganáis!, sincero y un deseo de suerte, dejamos atrás el restaurante y a la camarera, amplia sonrisa decorando nuestras caras.

 

                Todo marchaba bien. Diego haría de "agente de jugones" y nos entregaría a Zori limpio, joven, descansado y con ganas. Un gran trabajo de recuperación, sí señor.

                Con él ya éramos siete. Muy lejos del número de rivales, más de una decena, pero suficientes; esperábamos. Un calentamiento serio en lo físico, relajado en las conversaciones y ánimos fue el preludio de una nueva sorpresa. A los Paquillo, David, Luija, Ángel, Figue, Zori e Isra, se les unía la que había sido la última baja durante la semana: Paco. Dolorido, magullado, insensato casi, había realizado el viaje en su corcel, por su cuenta y riesgo. Y estaba dispuesto a dar unos minutos de intensidad y juego a esos compañeros con quienes llevaba compartiendo toda la temporada. Aunque sólo estuviera a la mitad, aunque ni siquiera supiera qué mal le aquejaba, aunque las molestias le hicieran mella... Era de la partida, y era nuestro medio gladiador. Siete y medio. 

                Las armas estaban en lo alto. Los silbatos preparados para su concierto particular. Los jugadores ya tensos. Las gradas con bastante presencia contraria, que cada vez se haría mayor: familiares, amistades y curiosos apoyaron al equipo contrario. Sus mujeres y sus hijos al frente.   Parte de la afición femenina del Castra Servilia también estuvo presente, aportando rizos y colorido.

                Todo preparado para... ¡La Leyenda!

                Un, dos, tres ¡equipo! Saludos, y a saltar para lograr el primer astro naranja.

 

                El partido se movió en pequeñas ventajas y rachas de acierto para unos y otros. Espadas chocaban con escudos, redes hacían tropezar a unos y otros, cascos soltaban chispas cuando un rebote se producía, polémicas alimentaban los gritos de la gente, haciendo sentir su disconformidad ante el juez. Las carreras nos hacían fuertes. Los triples nos daban alas. Los pequeños errores nos condenaban a no respirar del todo tranquilos. Y se produjo.

                Entró Paco el malherido. Aportó garra, fiereza, acierto y rebote. Luchó, como todos, contra su jugador-pilar, y sufrió.

 

                Y se produjo.

                Llegó el último cuarto. Los castrenses vistieron su ropa de guerreros sanguinarios y el acierto, la velocidad, las ideas, la bravura les asistieron. Figue, comandante ofensivo, parecía un león. El resto, luchaba y sumaba pequeñas escaramuzas victoriosas. ¡Y vimos el cielo abierto! Ventaja de nueve: público enfervorecido en contra, ánimos a favor y un tiempo muerto del equipo contrario.

                Estaba tan cerca... que nos entraron las dudas. Sus tropelías se hicieron constantes y nos conducían de visita al tiro libre una y otra vez, sabiendo de nuestra debilidad en esa fría destreza. Y acertaron.

                Nos fueron recortando. La tensión comenzaba a saborearse con sólo respirar. Los gritos de la grada eran ya coro. Y, con escasos aciertos en zona de ataque, pero volviéndonos bravos en defensa, llegamos al instante final. Saque de banda para ellos. Pocos segundos por disputar. Falta en contra. Dos puntos arriba y dos lanzamientos libres para Miajadas. El rostro del enemigo, desencajado, barruntaba una victoria. Pero fue cruz, el primero fue cruz. Anotó. Uno arriba. Un lanzamiento y tres segundos por disputarse. Balón al viento; bola al aro; rebote largo. Y aparecieron las manos del tardío Zori para asirlo. Cogerlo y lanzarlo hacia el cielo fueron uno. Y ahí acabó todo. Fiesta, alegría, vítores, manteo... celebración con los nuestros. Se había logrado la victoria y el objetivo. Fin a la temporada con un triunfo. Con un gran sabor de boca. Con una sensación de verdadero equipo.

 

 

Israel Jimeno Zorita

Cáceres, 29  de Junio de 2012

 

 

 


 


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