La red de volley -Capítulo 10- - Castra Servilia - Club Deportivo

Publicada el: 04/04/2012
Narrativa , Escritura , La red de Volley , Narrativa Hipertextual , Capítulo 10

 

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Capítulo 1.

Capítulo 5.

Capítulo 9

Capítulo 2.

Capítulo 6.

 

Capítulo 3. 

Capítulo 7.

 

Capítulo 4.

Capítulo 8.

 


 

 

 

CAPÍTULO 10

 

CELOS.

 



Condujo mucho más rápido de lo recomendable, hasta el punto de casi atropellar a un peatón absorto, quien probablemente no olvide esa mañana. Aparcó y permaneció sentado en el coche bastante tiempo. Necesitaba serenar su respiración y enfriar las ideas; de nada serviría tirar por tierra todo el trabajo emprendido las últimas semanas. Paciencia y calma –se dijo-. De ningún modo perderé el control sobre ella. Sólo debo guiarla por el buen camino; el mío. Krasimir no supone un problema añadido. Ambos sabían que Fran manejaba un as en la manga; tengo que dejarle claro quién manda.

- Dobro utro –pronunció al entrar al apartamento con su llave-

- Buenos días, señor.

Esperó unos segundos fijando directamente la mirada en el búlgaro, y siguió.

- No tienes nada que contarme, Krasi.

- No. Nada.

- ¿Qué tal anoche? –intentó sonar apaciguador-

- Bien, muy bien. –dudó- Bueno, normal.

- ¿A qué hora llegasteis?

- Temprano, después casi de cena –los nervios que empezaban a florecer hacían que equivocara su gramática-

- Ya. Sabes que desprecio las mentiras y a los mentirosos.

- Sí –evitó su mirada-

- Ya –otro interminable silencio-. Aún me gusta menos que me defrauden. Vístete –le ordenó- Te espero abajo; tienes trabajo.



Cada mañana se cuestionaba cómo había podido terminar así. En un país extranjero, a miles de kilómetros de su Asenovgrad natal, endeudado en manos de la mafia, coaccionado y adicto a los esteroides. Si bien, ayer había sido distinto; el idioma cada vez era un problema menor y entendía cada palabra que oía, las dos chicas fueron amables con él, escucharon sus historias sobre su tierra y pudo olvidar el laberinto en el que se hallaba. Varias veces tuvo la tentación de explicar cómo era Fran, advertir a Lucía de su verdadera identidad… pero no pudo. Lamentaba ser tan cobarde.



Debía darse prisa; a Fran no se le hacía perder el tiempo. Bien lo sabía.



Estaba exhausta por la falta de costumbre y por sueño. Pero la noche mereció la pena. Intentó imitar la naturalidad de su amiga, que tan atrayente era para los hombres, sin los resultados que pretendía, cierto, aunque volvía a sentirse viva. Desde que vio a aquel ANIMAL, con mayúsculas, sus instintos empezaron a despertar sensaciones de la adolescencia. Anheló poseer la confianza de Lucía, su desenfadada manera de coquetear y dominar el juego de las insinuaciones, o simplemente, tener la osadía suficiente para llevar la iniciativa. Ella también quería ser independiente; había dejado marchar al chaval sin inmutarse, continuó de fiesta hasta el amanecer, y Krasi no le perdía el ojo. Repertorio completo -enunció Almudena en voz alta- ¡Joder con Lucía! –sin salir de su asombro- Sé que no se lo propone, que por su carácter atrevido irradia ese encanto innato; pero siempre es el centro de atención.





Anselma sólo notaba la vaga presencia de Goyi tendida junto a ella en la cama por las sordas caricias que estremecían su piel, sin embargo, su mente se encontraba a bastante distancia de allí; en Lucía. La odiaba como jamás antes había podido enamorarse; la deseaba como en absoluto era recompensada. Se deleitaba mirándola de hito en la ducha, oculta por su descaro, incendiada por las hormonas; extinguida por el agua. Necesitaba del disfraz de insolente para fingir la desidia, para esconder la atracción evidente, y la rabia violenta que manifestó delante de todas, sin sentido, ahondó la herida. Expulsada; del equipo, del grupo, de ella. Invadida por una inmensa sensación de vacío no pudo evitar murmurar: Zorra”. El ritmo del contacto de Goyi se ralentizó, pero ni siquiera le importó. Goyi era un caramelito muy dulce, tan bonita como empalagosa; solícita, pero sin personalidad. Una distracción.





Envidiaba de Lucía la seguridad en sí misma y el respeto que el resto le profesaba. ¿¡¿Cómo se había atrevido a echar a su Selma, sin duda, la mejor de todas!?! Tenía bien merecido el golpe, ¡por fulana! Detestaba la sonrisa que empleaba para engañarlas; pero no a ella. Bien sabía que todo eran apariencias: de moderna, de liberal, de soltera independiente, de femme fatale que actúa únicamente por su autonomía… No, a ella no la engañaría. Se encargaría de mostrarles a todas a la verdadera “Luci, la entrenadora”; “La falsa”… De nuevo intentó concentrarse en el enorme cuerpo que yacía a su lado, en rozar cada centímetro cuadrado de su envoltura, en disfrutar de su presencia aun cuando intuía el desasosiego que le producía abandonar, incluso momentáneamente, el volley. No te preocupes –le contaba en sus pensamientos-, voy a hacer de cada entrenamiento un infierno, de cada partido una derrota; te pagarán con creces el agravio. Esta vez, te protegeré yo–y en un descuido se le escapó-Te quiero”.



En ese mismo instante, alguien pulsaba el timbre y el sonido le regaló una huida. Anselma se levantó como un resorte para abrir la puerta. Sólo llevaba puesta una vieja camiseta descolorida y las bragas. El joven cartero, atónito, recorrió con su mirada la estampa que se le brindaba y con dificultad entregó el burofax. Ella, no precisó leer el remite para saber de quién venía, ni abrir el sobre para conocer su contenido. -Exhaló un quejido ahogado-.





Esa misma noche, en otro lugar de la ciudad, cenan Lucía y Fran. Él se ha sacado una cita especial de la manga; el restaurante es de postín y sólo conseguir mesa ya es un triunfo para el joven. Por esta razón y por el entusiasmo mostrado por Fran, Lucía no se ha atrevido a decirle que tenía una cita con Tomás, y la ha pospuesto para el día siguiente.

Ahora suena el teléfono. Es Almudena. Fran mira a Lucía con cara de hastío, como reprochándole recibir una llamada. Lucía se da cuenta y la silencia hasta dejarla morir. La camarera ya ha llegado con los platos. Fran había escogido con antelación lo que pensó más apropiado. Lucía, con apetito voraz, se muerde el labio inferior y exclama: ¡¡¡Ummm, qué pinta tiene esto!!!Y le planta un señor beso haciendo casi caerse todo al suelo, al no recordar que la mesa quedaba entre los dos.



Es un gran urdidor este Fran. La joven encantadora ha sido encantada por el joven-araña. Él sonríe. Todo le sabe a victoria.





Apreciados lectores, deben decidir cómo continúa el relato:

A) Krasimir intima con Lucía y le expone su situación.

B) Fran sigue tejiendo su especial red de volley.

 

 



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